sábado, octubre 20, 2007

Ampliación del Canal de Panamá y las lecciones del Canal Francés del s. XIX

AMPLIACIÓN DEL CANAL.

Las lecciones de la historia

Patricia Pizzurno

El año próximo Panamá emprenderá la ampliación del Canal, sin duda el mayor negocio de su vida republicana. En el nuevo escenario que iremos construyendo a partir del 2007, la historia, como siempre, tiene interesantes lecciones que enseñarnos, lecciones que ningún compatriota debería desconocer.

La primera está relacionada con el costo de la obra. Una relectura crítica nos remonta a la tercera década del siglo XVI, cuando el cronista conquistador Pascual de Andagoya le hizo saber a Carlos V que todo " el dinero del mundo" no sería suficiente para construir un canal en Panamá. Andagoya no andaba descaminado, porque desde entonces ninguno de los emprendimientos acometidos para construir una vía interoceánica a través de Panamá se ajustó al presupuesto calculadoinicialmente.

El ferrocarril transístmico inaugurado en 1855 cuyo presupuesto original fue de tres y medio millones de dólares, terminó costando ocho. No fueron pocas las dificultades que tuvo que sortear la compañía estadounidense a medida que los costos se disparaban y se aproximaban peligrosamente al doble de lo presupuestado. En 1879, el Congreso Internacional de Estudios del Canal Interoceánico celebrado en París calculó que el canal a nivel del mar por Panamá costaría 207 millones de dólares, aunque Ferdinand de Lesseps la consideró una cantidad exagerada y la ajustó a 131. Ocho años después, cuando la Compañía Universal se declaró en bancarrota, había invertido 287 millones en la excavación de la quinta parte de la vía. Finalmente, en 1914, cuando los estadounidenses inauguraron el canal, el mismo había costado 639 millones, es decir tres veces más de lo calculado por el Congreso de París y casi seis más que el alegre ajuste de Lesseps.

La segunda lección, es que los panameños no trabajamos en ninguna de estas obras transístmicas. No lo hicimos a mediados del siglo XIX, cuando la Panama Railroad Company recurrió sobre todo a los antillanos, cartageneros y chinos, porque al decir de Otis: "la población nativa… era demasiado indolente y desacostumbrada a trabajar, como para depender mucho de ellos". Tres décadas después, los franceses contrataron una vez más a los isleños prescindiendo de los panameños. De manera que a nadie pudo extrañar que en 1904 los estadounidenses siguieran el patrón impuesto por sus predecesores, al extremo que cuando se alcanzó el techo de la contratación, en 1913, con 60,000 obreros trabajando en el canal, apenas 500 eran compatriotas.

La tercera lección que nos enseña la historia, es que en cada uno de estos episodios Panamá pagó un precio muy alto en lo social y económico. A los años de prosperidad y pleno empleo, cuando la inexorable ley de la oferta y la demanda dispara los precios en forma incontrolable, le sigue una sombría época de depresión en la que impera el desempleo, la incertidumbre, el desajuste económico y las tensiones sociales. Este escenario se repitió, sin excepciones, después de la inauguración del ferrocarril, de la bancarrota francesa y nuevamente cuando se concluyeron las obras del actual Canal en 1914. La explosión demográfica de la ciudad de Panamá producto de la llegada de interioranos y extranjeros, acarreó su lastre que se tradujo en el crecimiento desordenado del espacio urbano, escasez de viviendas, aumento del precarismo y el colapso de los servicios públicos, tales como saneamiento-salud, educación y transporte, cuando fue el caso. Para tener una idea aproximada de lo que probablemente nos espera en los próximos años, vale la pena recordar que la población de la ciudad de Panamá pasó de 4,897 habitantes en 1843 a 10,000 en 1856, es decir que se duplicó en poco más de una década, en tanto que dos mil trabajadores quedaron desempleados al finalizar las obras. Otra escalada demográfica vertiginosa llegó de la mano de los franceses cuando la población pasó de 18,000 habitantes en 1881 a 24,000 en 1886, mientras que tres años después cuando se paralizaron las obras, 17,000 obreros quedaron librados a su suerte. Respecto a la inflación, la misma se revela a través del costo de las viviendas cuyo valor se quintuplicó por estos años. A inicios del siglo XX, la población de la capital pasó de 22,000 habitantes en 1905 a 46,500 en 1911, lo que provocó que la geografía urbana colapsara. El ciclo de prosperidad, crecimiento demográfico, inflación y pleno empleo, seguido de depresión, desempleo y crisis también se cumplió a rajatabla durante la II Guerra Mundial entre 1939 y 1945. En definitiva, la ciudad que tenemos hoy es el resultado de este macro crecimiento empujado desde fuera que provocó que la población creciera cincuenta veces durante el siglo pasado, mientras que muy a la zaga la del país se multiplicó por diez.

Si la historia tiene algo que enseñarnos -y personalmente creo que es mucho más de lo que piensan los políticos y los empresarios deslumbrados por el espejismo de la hipertrofia de la ruta de tránsito-, deberíamos estar trabajando a tiempo completo para minimizar el impacto dramático del que seremos testigos o víctimas a partir del 2007. Ojalá que la ampliación del Canal sirva como disparador para comenzar a transitar por el evasivo camino del desarrollo humano sostenido y no para profundizar las desigualdades e incrementar el número de los panameños que integran los grupos más vulnerables de este pequeño país de grandes contrastes. Ojalá que la ampliación del Canal propicie una sociedad más justa y que no venga a sumar una nueva y amarga experiencia a la ya larga lista de desengaños, como le ocurrió a Justo Arosemena un siglo y medio atrás con el ferrocarril.

La autora es docente universitaria

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